Podríamos distinguir los eventos
como pétalos de una flor que se marchitan
tras la caricia de unos ojos
envueltos en celofán de primavera,
cúmulo de belleza en la soledad de un tallo,
albergando disímiles sueños
que se disipan.
No me sirven los amores viejos
ni los menires que supuran moho,
pero me es útil para saber quién soy
aquel pétalo seco que guardé
en las hojas de un libro
y aún conservo.
Podríamos hablar de amistad, conciencia
cómplice hasta la muerte,
experiencias conjuntas, narradas a la luz
de una cerveza, en una mesa de bar,
podríamos contar las huellas imborrables
de los versos que escribimos juntos,
de los infortunios en medio de la mar....
Qué se yo, podríamos caminar sin senda,
incluso no vislumbrar los contornos jamás
ni conocernos en persona, sin embargo,
si hemos unido nuestro destino espiritual
y nos sentimos hermanados en las vísceras
humanos semejantes, y ofrecemos
nuestra silla de anea, el pan y el vino,
la casa y la mano,
viviremos siendo felices, amigo,
a pesar de las controversias de los sistemas
en la selva social donde se esconden los bichos
y las distintas posiciones dialécticas
que producen lo complejo
y no la sencillez.
© Luis Vargas Alejo
Un bello poema, para guardar como cofre de recuerdos de una bonita amistad.
ResponderEliminar(la nieve no ha enfriado estos versos )
Besos
Señor poema, estupendo!
ResponderEliminarAbrazos
Cantos de misas papales
ResponderEliminarse oyen,
desde la plaza distante
de San Pedro.
Gracias a los dos por ser mis poetas preferidos.