lunes, 30 de septiembre de 2013

El mundo es su ventana



         
Contempla las imágenes del cuadro

que le ofrece su ventana.


Allí la vida transcurre en repeticiones


ordenadas por consenso de los hábitos


de los actores puntuales en la escena.




Mira el discurrir de los personajes


jugando a las adivinanzas de sus vidas,


organizándoles a su arbitrio:


—Aquél espera el regreso de una mujer


que se deshizo entre rones.


—Ésa no logra detenerse


desde que el cáncer la quebró… 




Llora cuando la apartan del mundo


para la inmensa agonía de la noche;


entre las alimañas, que sólo ella ve,


sobre el sillón que le niegan.



pichy

viernes, 27 de septiembre de 2013

JOSÉ VALLE: 5 Versos.





 Cubanidad
Por el mar de las Antillas anda un barco de papel.
Nicolás Guillén

Me encuentro atado sin cuerdas
a la utopía de esta isla, verde caimán,
de grandes ideas y pobre subsistencia.
El mar es mi real alimento
sobre la mesa, infinita, de la esperanza.


               José Valle Valdés
Particular.
Me ha gustado mucho la estrofa. He de decirle que estuve en Cuna 9 veces y que el poema es realista y lleno de esperanzas que espero se culminen. MUY BIEN.

jueves, 26 de septiembre de 2013

PARA EL MAREO, PASTILLAS MACABEO

Vivo todavía
y a hurtadillas me asomo.

La columna de alabastro está en su sitio
marcando las horas con su sombra.

Los sueños desenvuelven la venda
mostrando la herida rojiza
que ya no duele.

© Luis Vargas

Cabeza de zanahoria



—Esto no es una casa, es una pocilga. Si no limpias y mantienes el debido orden: me veré obligada a desalojarte. Además, tu pariente no está cumpliendo con la renta, como pactado, y esto no es un asilo. Así que ya sabes, te doy una semana —ni un día más—, si el sábado no tienes la habitación decente y el alquiler cubierto, como Dios manda: vas derechito a la calle.

Casa, es donde uno vive —le comenta al gato, tras el tirón de puerta, que esmeró la casera en su enfado.

Entre tantos tarecos e inmundicias, destacaba la apostura del Siamés; no encajaba, resultaba como fuera de lugar. Él parecía estar consciente de su linaje gatuno y era lo único limpio en aquel recinto sin muebles y raros olores.

Pronto olvidó el altercado con la casera, como antes, había olvidado las burlas y los improperios de los chiquillos; que reían del raro color de su pelo —que destacaba, de muchas otras rarezas de su cuerpo, al gusto para la burla de los muchachos del barrio—. Él vivía en el próximo minuto, teniendo el ahora, por pasado; por lo que no se inmutaba por nada, ni nadie.

Destapó la caja de cartón donde guardaba sus preciadas latas vacías —antes cerró la única ventana; siempre atento a los crápulas, que ambicionaban su suerte—. Las fue ordenando, delicadamente, por su brillo, sin detenerse en colores o marcas. Ya, cada una en su justo lugar; se dejó caer sobre un costado, mirando fijamente, con suma felicidad, su riqueza material. A ratos, sin apartar la vista de su encantamiento, comentaba de sus planes con Coco —aunque éste no le prestaba atención alguna; quizás, ofendido por tan vulgar nombre, asignado a capricho insano—. “Cuando todos se queden sin latas; llegará nuestro momento…”

Misu, que era su real nombre, se abstraía del cuarto, de la miseria, del pobre loco —que el destino le asignó por compañero, y, ni él mismo se explicaba el porqué, no abandonaba para siempre—, en un ceremonial aseo “lengüístico”, esperaba la noche; momento en que se unía con sus camaradas, en la búsqueda para saciar les necesidades de estómago, y otras… no menos apremiantes.          
Lo observa despreocupado
desde su felina altura.
Él, inmerso en su locura,
permanece recostado.
A un rabo de nube atado
vive de su fantasía.
Mientras Coco, en su apatía,
espera en calma la noche
para entregarse al derroche,
con gata de compañía.
José Valle Valdés

miércoles, 25 de septiembre de 2013

PUES TAMBIÉN CREO QUE ESTOY ENCONTRANDO MI VOCACIÓN

LUIS VARGAS. EL GATO SIAMÉS.
EC-1 EJERCICIO DEL GATO SIAMÉS. LUIS VARGAS ALEJO
Escribe algo disparatado sobre aquel hombre o mujer con el pelo de color zanahoria, un poco loco/a; que tiene un gato siamés y que vive en el primero de tu casa. Y, acaba con una estrofa en verso sobre el gato siamés que se llama Coco y que te cae bien. (Un folio).

Aquel día, al salir de casa, observé que Bild lloraba asomado a la barandilla de su balcón.
-Te pasa algo Bild?
- No, no, estaba jugando con mi gato Coco a poner caras raras y le estaba enseñando a llorar.
- Ah, sí? Yo sé que Coco es muy listo, pero hasta ese punto no creo que pueda aprender.
- ¡Claro! Es que realmente usted, D. Eufrasio, no conoce bien a mi gato. Mi gato es extraterrestre y tiene inteligencia superior.
- Ah, bien, en ese caso, siga, siga, con su juego. Que tenga buen día Bild.
Me fui preocupado por mi vecino. Bild tenía ya ochenta y dos años, vivía solo y, desde hacía tiempo, apenas se relacionaba con nadie. De joven había sido un hombre fuerte, alto, con mucho pelo rojizo, que se dedicaba a la compra y venta de animales de compañía, siempre muy bien vestido y una gran sonrisa en los labios a todas horas, le gustaba escuchar música y escribir poemas. Pero ahora, a su edad, estaba hecho una “pasa”, enjuto al máximo y encorvado, con cuatro pelos cenicientos alborotados que le daban aspecto de loco.
Los vecinos apenas le trataban porque los que fueron de su edad habían fallecido y los jóvenes inquilinos del edificio le veían raro y desubicado. Y me propuse visitarlo cuando volviera del trabajo e intentar charlar un rato con él. Quizá necesitaba compañía.
A las seis de la tarde, a la vuelta de mi labor cotidiana, llamé a su puerta. Tardó mucho en preguntar quién era, y cuando ya me iba, se abrió unos centímetros la puerta y una voz apagada decía:
-¿quien es? No haga ruido que mi gato está durmiendo.
- soy yo Bild, Eufrasio, el vecino de enfrente.
- ¿y qué quiere?
- pues nada, hombre, que me apetecía un café y no tengo en casa y he pensado que a lo mejor a usted podría hacerme una tacita y fumarnos un cigarrillo juntos mientras me habla de su gato.
- Bueno, pase usted, pero no haga ruido.
Bild abrió la puerta recibiéndome en camiseta y pantalón corto mostrando unas piernas que parecían alambres. Me pasó a la sala de estar y me dijo que me sentara en el único sillón que aún conservaba las hechuras de un sillón, mientras él preparaba un café en el puchero.
Me senté con mucho cuidado y fui observando los enseres revueltos del habitáculo. Frente a mis ojos había un cuadro ajado, pintado al óleo, del claustro de un monasterio, donde se veía la firma de Bild. Una lámpara de pie sin bombilla, una radio antigua y una pecera con peces de plástico que flotaban en el agua, una mesa junto al balcón y una pequeña pieza de alfombra donde dormía un gato siamés de color pardo.
Pronto apareció Bild con un plato en cada mano donde tintineaban dos tazas de café. Al ruido el gato despertó maullando y mirándome con ojos brillantes y preguntones. Sentí algo de respeto, por no decir miedo, porque pensé que el gatito iba a saltar sobre mi y arañarme la cara. Pero no, el gato se estiro plácidamente, hizo una curva con el lomo y se sentó muy tranquilo, al tiempo que me preguntó:
- ¿Cómo está usted, señor? Me alegra que haya venido a ver a mi estimado dueño y le entretenga un rato, pues me tiene hasta el último pelo de la cola con sus tonterías y obsesiones de querer que haga cosas imposible. Me llama Coco, pero en realidad mi nombre es Robotican porque soy un gato robótico fabricado por los japoneses con la finalidad de cuidar viejos y darles compañía, pero el señor Bild cree que soy de carne y hueso y que he venido del espacio sideral y trata de enseñarme juegos, palabras y hasta quiere que aprenda a cocinar...y en cuanto se despiste un día y deje la puerta abierta, me voy. ¿Pues no que me ha escrito un poema y todo! ¡lea, lea usted!
Yo me quedé estupefacto y miré a Bild como preguntándole, pero Bild se había dormido, para siempre, en el sofá, con los ojos abiertos.
Y leí el poema:
De las muchas realidades
que se sueñan poco a poco,
un robot de gato siamés
endulza como un coco
y si has cumplido ochenta
y vives solo, solo, solo,
no dudes, compra un robot
aunque te llamen el loco.


PARTICULAR.
Está bien escrito y lo mejor es que es un texto muy ordenado, coherente y racional, pese al robot. Pero es creíble. Depende en la época en la que ocurra la escena. Creo que ya escribe de una manera muy definida y de lo que tratará este curso es de que encuentre de forma natural su “voz literaria” es decir, su forma de escribir, con la que se halle más a gusto. Bien. Saludos. JL.

Primera narrativa de Pichy Cortázar de Gabo



Escribir en “El Pilar”
(Intento de monólogo)

—¡No es posible. Así, quién puede escribir, amigo mío! Cuando no pasa un cacharro rugiendo o sonando con claxon de locomotora, es el nuevo vecino —empeñado en que el mundo conozca de la potencia de su moderno reproductor— obligándome a oír música del peor gusto… ¿No escuchas?, ahora es un pregonero emulando a Caruso. Sencillamente, no puedo concentrarme. Por si fuese poco, dentro de un rato —puedes anotarlo—, disfrutaremos la tertulia de unas vecinas, que han decidido que el mejor lugar para intercambiar chismes, es al pie de la ventana…Sí, cualquiera cierra esta ventana con el calor que hace; sería como escribir dentro de un horno… No, si fuese sólo hoy, no sería el gran problema; pero, así es día tras día. Tendré que esperar nuestro pequeño invierno…Jajaja! Bien se nota, que no conoces el barrio; aquí es, como si la madrugada no existiese; no hay hora para la pachanga y el alboroto (como que trabajamos muy pocos), de madrugada comienzan a llegar los jóvenes borrachos, que ya cerrados los centros nocturnos, deciden continuar la farra en la esquina; que no pocas veces, termina en bronca, y, al escándalo, súmale el ruido de las sirenas policiacas —normalmente tardías; pero, prontas para despertar a todo el vecindario—…Ah, Hemingway; sí, claro que lo he leído, cuentan que escribía de pie frente a su ventana. Bien lo creo; pero, era una ventanita en lo alto del hotel Ambos Mundos, que dista unos metros de la calle, con vista al mar. Imagínatelo, escribiendo frente a esta ventana, al nivel de la calle y con vista a la casa del vecino de enfrente. Aquí, no se concentraría ni Mandrake, el mago. Bah, oye el cañonazo de las nueve, alcánzame la botella, para ponernos a tono con el medio ambiente…No preocupes, mañana le robo tiempo al trabajo y escribo en la oficina; total, para la miseria que me pagan…


Sonidos escogidos:
1.       Motor de automóvil
2.      Claxon de automóvil
3.      Música estrafalaria 
4.      Voces altas, gritos, escándalos
5.      Sirenas
6.      Cañonazo de las nueve (tradición que nos llega desde la etapa de la ciudad amurallada; se dispara desde la Fortaleza de La Cabaña, a las 21:00 hrs, y, en aquel tiempo, indicaba a los pobladores el cierre de las puertas de la muralla)

José Valle Valdés

General.
Casi todos los seres humanos oímos las mismas cosas o similares si estamos o nos encontramos en el mismo lugar.  Pero, al expresarnos lo hacemos con palabras diferentes, ya que se producen diferentes asociaciones para cada uno de nosotros. Estas asociaciones son únicas, dado que surgen de la experiencia de cada uno. Nadie va a hacer el mismo ejercicio con las mismas palabras y asociaciones.
En este ejercicio hay que fijarse en las palabras que has elegido para describir lo que has oído y las asociaciones que has hecho con ello. Esto puede ser el comienzo de un cuento o una novela. Lo que has escrito lo has realizado con tu propio lenguaje.
Es el comienzo de tu voz literaria, por lo que hay que fijarse muy mucho lo que se hace con ella.
Particular.
Está muy bien escrito y dibujado, parece un cuadro pictórico, ya que se ve lo que va pasando hasta colocar toda la escena en el interior de un cuadro. Parece que se refiere a La Habana, en donde estuve varias veces. El texto quizás cobraría más fuerza si fuese un diálogo, pero aquí también puede considerarse un monólogo exterior, pues parece hablar con el lector y contarle desde el yo del escritor lo que ocurre. Es una escena teatral dicha en voz alta. Usted posee una narrativa pintada con óleo y colores claros. Es decir, es una narrativa muy visual. MUY BIEN. Gracias. JL.