lunes, 22 de diciembre de 2014

DESENTRAÑAMIENTO



Cuando abrí los ojos ya existían los abismos
y las danzas emulaban el ritmo ancestral
de las culebras convulsas por la maravilla azul
de tanta luz renaciendo a la Isla.

Todo era contra la abulia desintegradora.
Refractaria de nuestra insularidad,
que nos salva
de la geofagia de los continentes.

Los argumentos que atesoré
—en las calles de la infancia—
se tornan mortíferos dardos
que disocian las posibles reconciliaciones
en este presente
de escepticismos vernáculos
y convites foráneos
que enrumban hacia lo incognoscible.

El hambre de ser renueva los sueños
hasta lo inaudito de las elípticas sociales
que urden los aterramientos de la vivencia
para cercarnos con las hostiles miserias,
de la objetividad y sus púas, 
los resquicios de la memoria.

El asedio crea sus astillas en cada rozadura
contra las razones intelectivas del bien,
y siento que camino sobre cristales
hacia espurios esplendores
de un futuro cabalístico.

La avidez por desentrañarme
constriñe esta asfixia entre residuos
de las palabras que muerdo.

Pichy

POETISA MÍSTICA



Musita, desde el comienzo del olvido,
 palabras para la fe.
Pobremente convencida del triunfo en la humildad
—destrozada en el laberinto de la existencia—
le resulta un bien mental cada estrofa lograda
—desnuda en la penumbra de su balcón—.

Es humano declamar entre los nimbos
y descubrirse ante la refulgencia del auge
en las brumas apocalípticas de los dioses.
Pero es cándido esbozar nombres que salvan,
en una época de mártires mudos
y estrellas nucleares,
que no se superará con la luz
de las velas del santuario
y los buenos deseos profetizados al ocio.

Muerden los dragones del deseo
como fieras enardecidas
y el hombre se desorienta en banalidades.
Esta justicia virtual que nos presentan
calza los suecos
de la inmemoria y el desamparo.

Pichy

RELIQUIA PATERNA



Vivir para los residuos
es un suicidio de la inteligencia.
Lo restante es el escombro
de la incertidumbre,
o algo insulso que apremia el embarque
en los sargazos sociales, que derivan
hasta que una noche los sumerge.

Sé que existen los días
en que me vencen los plazos,
como también hay noches
en que no logro ser,
ni siquiera parecer uno más,
porque la voluntad no sobrepasa las culpas
y una partitura indescriptible se adueña
las palabras necesarias para evitar los filos
que me han buscado desde siempre.

Soy reo de verdades ocluidas a propósitos,
cuando flotar fue necesidad mezquina
para evitarme los pertenecientes cadáveres
del parricidio mental, que virtualizo
a la hora de rendirme cuentas.
Porque la inocencia es una cifra inexacta
ante la sed de las palabras que condenan
y la verdad es un arma incandescente
en las manos del desamparo.

Pichy

DÉCADA SIN DIOSES —los 90’—



Litigia hasta la sombra de un árbol,
desvalorando la síndica ortodoxia del vecino
en bélicas letanías de inventadas leyes,
que arguye con salinidades acuosas
de palabras para la ofensa y el desmedro.

Después se escudará en las carencias
que agrian el carácter,
en las imposibilidades que amarran
en el zarandeo de los precios imposibles
y otras letanías.

Las cabezas de corderos resignados
ya no abundan entre la gente,
ni los dioses calman el desparpajo.
Todo está enfermo, o por enfermarse,
esta década no encuentra nivel
y las balanzas perdieron el equilibrio
—ya sus fieles en bandoleras—.

(Dios está enfermo, o nos culpa
de las pocas velas a su nombre;
pero él ha de saber que escasean,
que faltan fósforos para encenderlas,
que los creyentes caminan en ayunas
abrasados por el sol,
¡Dios no mío!
Porque tampoco hay ómnibus
y las bicicletas son robadas
en las puertas de las iglesias).

Prosiguen las excusas,
mientras sostenemos el proyecto
de bandazo en bandazo
de consigna en consigna,
aferramos la esperanza
de un futuro apacible y digno.

Las dilatadas rectificaciones
ya semejan profecías bíblicas,
sin fechas para el milagro.
Extraviados en fórmulas de la lobreguez,
como peces atrapados en casimbas,
boqueamos entre las tribulaciones
y el jaleo de nuestra idiosincrasia.

Aunque la angustia comparte nuestras mesas
y la incertidumbre sustituye al pan,
entre los escombros de la ciudad
no deja de escucharse
una rumba.

Pichy

EN ESA HORA DE FICCIÓN



En la pusilánime travesía de la madrugada
arriban los espejismos
con sus vientos de franquicias.
Y en esa hora de  ficción
es tu figura
la guitarra conmovedora
que se desgarra
acompañando la música
de las olas contra los arrecifes.

Has memoria
de tus oníricas abstracciones,
cuando rebeldemente trivial
te ahuyentabas de la cordura
y eras el centro discordante
que oponía malas causas
a todos los fines.

Este despeño
de los dragones de la ausencia
sobre el limbo de tu cuerpo
es el anuncio
de que terminan las travesuras
por sábanas ajenas
y los requiebros
por tus verdes sensualidades,
porque la edad no se ama
y la desidia mata.


Pichy