viernes, 20 de febrero de 2015

SON

SE ACABÓ

SON

Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió;
ay, Cuba, ya se acabó,
se acabó por siempre aquí,
se acabó,
ay, Cuba, que sí, que sí,
se acabó,
el cuero de manatí
con que el yanqui te pegó.
Se acabó.
Te lo prometió Martí

y Fidel te lo cumplió.
Se acabó.

Garra de los garroteros,
uñas de yanquis ladrones
de ingenios azucareros:
¡A devolver los millones,
que son para los obreros!
La nube en rayo bajó,
ay, Cuba, que yo lo vi;
el águila se espantó,
yo lo vi;
el pueblo canta, cantó,
cantando está el pueblo así:
-Vino Fidel y cumplió
lo que prometió Martí.
Se acabó.

¡Ay, qué linda mi bandera,
mi banderita cubana,
sin que la manden de afuera,
ni venga un rufián cualquiera
a pisotearla en La Habana!
Se acabó.
Yo lo vi.
te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió.
Se acabó.

NICOLÁS GUILLÉN
Cuba-1902
De “Poemas sociales y políticos

domingo, 15 de febrero de 2015

FEBRERO 1947/2015

He de cuadrar las cuentas
antes de que cierren las horas,
-pues como no hay mal que por bien no se halle-
aunque el diario esté al día, en el mayor, faltan recetas,
para que nos quede claro que, en cada evento o negocio,
debe haber saldo.

Lo primero es saldar con uno mismo
lo que te dio la vida, lo que hubieras
querido que te diera, los sueños,
las ilusiones, las trampas y los divorcios;
lo segundo, lo que tú diste a cambio,
con generosidad y sin ambages
sin esperar a trueque las materias;
lo tercero escrutar bien el libro diario
para ver cuanto se anduvo
y por donde, cuales los negocios,
pérdidas y ganancias, cual los cargos
cual lo abonado.

Así verás que el saldo, hay que aceptarlo
con bravura, hay que cuadrarlo, corrigiendo
los apuntes que te llevaron a la melancolía,
al no saber por donde ibas
y querer que las cosas sean de medida exacta
cuando son, por principio, como son,
siempre aleatorias, imprevisibles y de difícil
cuadratura, aunque a veces,
parezca que el fiel de la balanza, se aquieta.

Y llegado a este punto
deberemos ir haciendo balance,
comprobar nuestro patrimonio,
los réditos, los préstamos, las deudas
y cuantas hipotecas hemos saldado.
De esta manera podremos entender
nuestra vida
y sacar a la luz, después del tiempo vivido,
si había algo oculto -por sí o por no-
con alguna contabilidad paralela.

Y en llegando a buen puerto
-con los años que va uno cumpliendo-
siendo ya tan mayor que te llaman viejo
sentirse en paz
procurando amar lo que se vive
y no vivir para que lo que se ama
-siempre ilusorio-
respetando a cada cual sus aventuras
sus desgracias, sus desvelos, sus amores
y cuantas pasiones le llevaron a la buena
o mala suerte.

La vida es breve y pasa veloz sin remisión,
como si quisiéramos limpiar un tren supersónico
que nunca para en nuestra estación,
y tarda lo que tiempo en sentirse, pero los ojos
no lo ven.

© Luis Vargas Alejo

miércoles, 11 de febrero de 2015

TARTA DE QUESO Y FRAMBUESAS DE LA ABUELA (Narrativa a petición de Luis)

Hay que cambiar la chapa de las ventanas. No se puede dormir con este ruido. La lluvia parece un taladro de carretera y mis sesos se terminarán agrietando como trozos de asfalto. Necesito un café bien cargado y paracetamol. La abuela está dormida en su butacón verde. Le cae un hilo de baba por la comisura de la boca. Le gusta arroparse con la colcha de retales que le hice en el cursillo de patchwork hace dos inviernos. Cuando la veo amortizar los días a la sopa boba, pienso en mi futuro...
Tiene los típicos achaques de vieja. La artrosis la ha quitado agilidad y hace varios meses que pasa muchas horas llorando. Recuerdo sus tartas de queso, el olor a frambuesa se extendía por todo el rellano de la escalera haciendo que los días desapacibles como hoy, fueran dulces. Me da pena despertarla, pero tengo que ir a trabajar. Con frío y lluvia los clientes se duplican. Algunos me dicen que soy la única que les se dar el calor que necesitan. A mi me parecen gusanos arrastrándose a un cuerpo sin vida. Llevo mucho tiempo sin mirarme al espejo, temo no encontrar a la dulce chica de ojos grises y tez morena. Desde que la abuela se enteró, apenas me mira. Se que esconde una fotografía mía en un lateral del butacón. He visto como la besa. Luego, se pone a rezar. Ella tiene sus creencias, cosa que a mi no me convence. Dejar mi trabajo, es vivir en la calle. Algo más que un milagro necesitaríamos para salir adelante.

-Hasta mañana abuela- digo en voz baja mientras la doy un beso. Ella se estremece, como si un escalofrío recorriese su cuerpo.
-Señor, cuida de ella, yo no supe hacerlo- Dice susurrando con los ojos cerrados. Y una lágrima se escurre por su mejilla.

Begoña Martínez Bermejo

lunes, 9 de febrero de 2015

SIN LOS FAVORES DEL CAOS



De esta manera, enmudecida y astral, 


perdura la evocación de los roces 


en el eje meridional de mis fantasías 

erosionando los favores del caos.



Sí, al revés de los ideales afectuosos,

giro inmiscuidamente aferrado al desvarío.

Justo en el foco de las refutaciones,

amargo y espinado —incandescente—.




Algún dragón ciudadano, en hora de casualidades,


es fácil predecirlo,


dará cuenta de mis huesos.



Pichy

viernes, 6 de febrero de 2015

Pequeños Detalles

Conservo de la niñez
una peonza y una balanza
y dando vueltas, de un lado
a otro lado, con una maleta repleta
de infancia sin uso,
llegue a la adolescencia.

Y, como jamás aprendí a volar,
de las esperanzas, sueños e ilusiones
me fui despidiendo,
como quién ve, desde su ventana,
alejarse un avión colmado
de vidas ajenas.

-Volverán las oscuras golondrinas...-

Begoña M. Bermejo

martes, 3 de febrero de 2015

FOTÓGRAFO SOCIAL



Concibe romperse entre tanta evocación.  
El aullido de una matriz presume
de sus expectaciones,
harto de infortunios y desusos,
ante tanta osamenta requemándose
bajo las brasas  de coplas pendulares
que hacen el juego
a la negligencia generacional
de las multitudes entregadas al opio del olvido.

Ciertos valores se aferran con fiereza
a las prerrogativas
cuando los quieren desterrar de las virtudes
y  fuerzan por echarles
de las clarividencias sublimes.
El lastre de los hábitos y los ternos bien alisados,
los homogéneos y sus charreteras, las armas,
los modernísimos engendros de la muerte
y el estropicio,
aniquilan los cuerpos; pero sobreviven
los gritos enervantes
y muchos reclaman su porción libre de azufre.

El mundo que se roban, con desfachatez,
quieren cohabitarlo con la esquizofrenia
del mercado
que amontona los cadáveres
en busca de algún lucro;
porque les resulta un desperdicio imperdonable
el que alimenten una tierra improductiva,
y, desde sus amplias credencias,
ordenan el estudio
para buscar la plusvalía en los cementerios.

Se envuelve con un género celeste y, armado de sol,
carga su cámara para evidenciar las miserias
de los sin pan —que le han solicitado—.   
Piensa, que el “pan nuestro de cada día”
no pasa de ser una eufonía conciliadora...

Los niños luchan por las sobras, para el desayuno, 
que unos risueños señores les lanzan,
en infame diversión, desde las mesas de la opulencia.
Se suicida, ideológicamente, con la primera bofetada
que le dispensa la obturación de su lente.

Pichy

Escorrentía


Tal vez, solo así, han de ser los poemas.
Tirabuzones plateados en cascada,
que se estrellan contra los guijarros del río,
provocando la espuma de las orillas.

No se nota la velocidad del descenso,
pero la balsa es cada vez más inestable.

De pronto, aparece la soledad,
como en un vagón de metro en hora punta;
y se cierran las puertas,
y un altavoz anuncia el destino...

-compendio de palabras para el dique-

Begoña Martínez Bermejo