El
oro hace hermosa la voz
—en
estos tiempos retoricados
del
infame neoriberalismo
y
las estoicas confusiones,
que
generan hombres indignados
o
alienados pasibles
de
quejumbrosos susurros—
a
los tenores infaustos, que entonan
los
cantos adormecedores
de
las actuales sirenas del artificio,
para
contaminarnos el intelecto con el virus,
casi
endémico, de la exquisita música
del
fatalismo geográfico y su pandemia.
Acostumbrarse
a las cuotas de llanto,
soportando
las roturas inducidas,
es
oficiar la consagración indigna
que
ensalza el hambre de la muerte.
Un hombre que transpira sosiego,
cuando
la fiebre le escala los gemidos,
se
reduce hasta vegetar en lo insulso
de
las calamidades versátiles
y,
su única obra,
será
la mísera sobrevivencia.
Pichy
El poema está retoricado
ResponderEliminarquién lo deserretoricará
el deserretoricador que lo deserretorique
buen retodicador será.
Muchas gracias, amiga, Sí, en verdad le sobra mucha maleza al poemita —hay que simplificarlo—. Sobre todo, la 1ra estrofa es un retoricacidio!
ResponderEliminarBesos