Hubo una vez un país
donde había progreso y bienestar.
...trabajo, buenos salarios,
préstamos, hipotecas, orden, alimentos
y casas para todos.
La clase media crecía y los jóvenes
podían trabajar o ser universitarios.
Octava potencia mundial, país del sol,
la alegría y el desarrollo creciente.
Pero un buen día, vino un viento europeo,
muy frío, cargado de promesas legales
de la conveniencia de crear un imperio
mercantilista con una sola moneda.
Promesas constituyentes de subterfugios
e invasiones para empobrecer a este país.
Y así llegó "la prima de riesgo" "la
recesión"
y con un manto negro apareció "LA CRISIS"
Las tres señoras eran brujas conceptuales
cuya misión era apoderarse de la riqueza,
costumbre y bien vivir del ciudadano.
El riesgo de la prima oscura, no era otra cosa
que el riesgo que corría el pueblo
de perder el trabajo, la casa y los ahorros,
que insistentemente, con impuestos
y otras argucias, reclamaba el gobierno
adherido a ese viento helado europeo.
Había que fortalecer el sistema bancario
y especulativo de las finanzas, y aniquilar
la clase media económica.
Sólo podía haber ricos y pobres y aparecieron
las estafas, los millones en paraísos fiscales.
Subieron los impuestos de todo, bajaron los sueldos,
cerraron mil empresas, y los bancos se fortalecieron
apoderándose de los depósitos corrientes
convirtiéndolos en preferentes...- preferentes para ellos-
se desahuciaron a los que ya no podían pagar sus deudas
sacándoles de sus casas a empujones, y la legalidad
gubernamental,
reformó la Ley Laboral donde el patrón
podía despedir sin indemnización con sólo estimar
que ese año iba a ganar mucho menos -a pesar de sus muchas
ganancias-
se recortaron las subvenciones a los parados
y la sanidad pública mermaba y desaparecía con imposibles
copagos, la gente trabajadora empezó a sentir miedo, hambre,
necesidad, sin casa y en la calle, comenzaron a emigrar.
Las protestas en la vía pública, la indignación del obrero,
las reivindicaciones y peticiones al gobierno
ningún gobernante las escuchó. Los políticos vivían bien.
Se agitaban los brazos, se alzaba la voz, algunos suicidios,
y llamaron a las puertas de las grandes mansiones del
poder...
¡Eso es ilegal! comentó el gobierno:
¿por que yo le desahucie, le acose a impuestos, le quite
los medicamentos, le niegue el trabajo, las becas de
estudio,
las subvenciones, permita que su banco le robe el dinero
que le dejó en custodia y le ponga tasas si quiere
denunciar,
va usted a echarme en cara y molestarme en mi casa
que a usted le va mal?
¿¡No ve que estoy salvando al país de la crisis tan grande
que hemos creado los poderosos, los grandes del país,
para que con vuestro esfuerzo y sacrificio sigamos viviendo,
los ricos bien, calentitos en casa, y podernos ir de
vacaciones
a las islas Caimán!
Su protesta es ilegal, porque lo dice la ley que he confeccionado yo:
el poder.
Ustedes, esbirros de la gleba, ¡a callar! ...
Y así fue como ese país fue invadido por los bárbaros del
norte
-como en otros tiempos-
como las invasiones napoleónicas, como los países de
ultramar,
por imperialistas avariciosos con ideas maquiavélicas y
kafkianas
logias de poder especulativo y virtual.
Y así se apoderaron de ese país y de otro y de otro más,
siendo
cómplices los gobiernos corruptos, escudados en una CRISIS
ficticia acomodada a resortes falsos de escasez y recortes.
Como desaparición de dinosaurios, no queda hoy en el mundo
ilusión, ni democracia, ni obreros, ni campesinos, ni
asalariados.
Sólo unos esclavos que cuidan los campos de golf, los yates,
las grandes mansiones y el tesoro escondido que disfrutan
los poderosos como un reino de dioses, pero sin dios, en un
edén
para gente importante.
Y colorín colorado, este cuento de pura fantasía
se ha terminado.
Ah, ya no existe ese país. Ahora es...otra cosa.
© Luis Vargas