Del licor brotan abrigos de cuchillas
en los que la confusión proyecta guirnaldas falseadas
adornando la cadena que encorva el espíritu
hasta derrumbar la mente
coqueteando con los ángeles del abandono
que maceran la vergüenza con sus alas de piedra.
Cuando el alcohol abraza la cordura
por los indivisibles retiros de la ruina
la soledad acuna el odio por las rosas.
En donde los gorriones despabilan la aurora
para que aletee el viento y se arrope el espíritu
existen alimañas deslumbrando la embriaguez
de los que en las noches se descubren
ante los secretos del aguardiente
y piensan con ello
poder quebrar los ojos de la miseria.
La adicción es la madre de las derrotas
y los adictos son como torpes bribones
dados a la euforia, rendidos o envilecidos
por los espejos de la vida.
Eso nunca se sabe.
Pichy