Adoquines de colores

Adoquines de colores. En el paseo un hombre..., sus ojos clavados en una lata con apenas ochenta pesetas, un perro lamiendo las heridas de sus pies, polvo con las pisadas de los viandantes, el olor a petróleo quemado de los coches, olas chocando contra las rocas, espuma delimitando el comienzo de la arena... debí haber salido corriendo por entonces, pero a la rayuela se juega a la pata coja y cuando plantas los dos pies, se ha de volver a recoger la piedra.

Begoña M. Bermejo

continuación: por Luis Vargas Alejo

Rayos de luz visten la calle  con un pijama. Los viejos a tres patas cruzan despacito por los pasos de cebra. Los automóviles frenan, humean por el trasero, abocinan la calle. Los conductores se impacientan y deprecan en silencio tras los ventanales. ¡Arrancan a gran velocidad! Las sirenas de la policía se oyen como trompas en coliseum romano antes de soltar a los leones contra los gladiadores. El director del Banco chilla en las puertas blindadas del estamento. Los ladrones huyen. El policía motorizado se estrella contra un bozón de correos. La gente corre despavorida. El hombre de la lata se rié. El perro ladra...el caos divierte la ciudad y fomenta el paralelismo de un gobierno nefasto. Han robado preferentemente la caja fuerte de las preferentes con una Black and Decker reventando los cajeros automáticos...los niños aplauden...