Escogimos el verso para enfrentarnos a
la vida
y nos miraban todos como gente rara.
Todos.
Debimos nacer con algún gen soslayado
adherido al ritmo de los versos que sustancian
los anhelos, sueños, contra penas y
sentidos
que solo se manifiesta en la palabra
escrita.
Algo anormal, porque lo que la norma
exige
es que se vaya de aquí para allá llenos
de proyectos
y negocios con un maletín en la mano
viviendo para trabajar y no trabajar
para vivir
y así alcanzar muchos bienes
materiales.
Y este gen traidor que ama el arte y no
las guerras,
la paz que desenmaraña los sentimientos
y realidades
de la belleza, oculta de las cosas y
los hechos,
el conocimiento intuitivo, la ilusión y
el destino,
el silencio en las noches sin luz, y la
memoria
de los gozos, que reconstruyen los
olvidos de la vida,
ese gen sólo está en aquellos locos que
entienden
la poesía.
Cerramos las heridas verso a verso,
mutilando
de la cadena de adeene aquellos péptidos
y aminoácidos
que conforman los genes que manejan la
actitud de las masas
a pesar de que los que no son poetas nos
ninguneen
y piensen que somos nada, que no somos
nadie
y solamente cantamos como las cigarras
frente a las hormigas.
Cuando en verdad somos en los versos, el
vendaval
que sopla cuando no hay viento.
© Luis Vargas Alejo
Bien filosófico, amigo. Señor poema!
ResponderEliminarAbrazos —o aplausos, según gustes—
Gracias, amigo, gracias
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