Queridos amigos: he pensado mucho
antes de escribir estas letras porque dado mi carácter secreto de frialdad y
pragmatismo, mi dificultad para dar halagos, mi intimidad innata enmascarada
con el descaro, he sentido la necesidad de deciros lo importantes que habéis
sido para mi durante todo éste tiempo largo y que espero dure todo lo que nos
quede a cada uno. Os quiero.
Dentro de un mes aproximadamente,
cumpliré mis 68 años de vida. Creo que son muchos. Por eso no quiero dejar que
el tiempo futuro me pueda impedir
deciros lo que siento. Siento que me habéis valorado como nadie lo hizo nunca
–quizá porque estamos detrás de una pantalla que nos muestra más como somos o
que nos oculta la verdadera personalidad- y habéis sacado lo mejor de mi sin
daros cuenta. Verdaderamente os elegí yo y os busqué porque supe inmediatamente
de vuestra valía, como personas y como poetas, pero vosotros me acogisteis con
esperanza. Os he dado cuanto tenía porque sí y vosotros creísteis en mi. Os
debo mucho más que vosotros a mi. Os debo la amistad que es lo único que vale
en ésta vida, lo que tiene valor, por lo que merece la pena seguir viviendo. Os
debo las horas en que acompañasteis mi
soledad y os debo cuanto habéis escrito en esa Senda por la que hemos caminado
casi con los pies descalzos.
Yo tuve muchos amigos en la
juventud y apenas sé de alguno remotamente. No tuve una familia normal porque
mi madre vivió siempre con mucho miedo chillándome siempre y mi padre no hacia
más que trabajar y apenas estaba en casa y, cuando estaba, era un hombre
callado y sin ilusión: mi hermano mayor era esquizofrénico y creaba un ambiente
familiar muy desagradable. Me fui de casa a los 18 años en un 1965 en lo que
eso era una anormalidad, pero tenía que encontrarme a mi mismo, estudiar, buscar
mi realización personal y hacer cosas difíciles para superar los miedos
inculcados en mi casa. Tenía que salvarme encontrando afecto, cariño,
comprensión y familia. Me fui a vivir en comunidad cristiana aceptando los tres
votos de obediencia, castidad y austeridad. Creí en Dios y estuve dedicado a la
religión durante 8 años. Gracias a lo cual, creo, estoy vivo, aunque nunca vi a
Dios. Siempre estuve insatisfecho.
Mi éxito y satisfacción
estuvieron siempre en el estudio y conseguí estudiar, casarme y formar una
familia, con una esposa que no me entendía y cuya familia me rechazaba porque
ni yo era granadino, ni tenía titulación académica como ella, ni tenía un
“peso” y aquella familia me fue echando de su lado hasta que me obligaron –
larga historia de contar ahora- a divorciarme. Dejar a mis tres hijas del alma,
la casa que con tanto esfuerzo había comprado para suplir lo que nunca tuve, y
me embargaron la nómina por si no pagaba los alimentos de mis hijas – de lo que
más me enorgullezco es que siempre fui muy responsable conmigo mismo, con la
vida, y con los pagos que siempre tuve que hacer y jamás dejé de pagar nada:
creo que lo pagué todo y a buen precio- y dejé de creer en Dios y me quedé en
la calle durmiendo en un banco hasta que una compañera de trabajo me dijo:
vente a mi casa.
Y trabajé y viví con mucha
insatisfacción y eso me llevó a ser muy adusto, más tímido y más insociable.
Desde entonces llamé al pan, pan y al vino, vino, porque viví muy amargado durante 25 años de familia
paterna y 14 de familia personal, lo que reflejaba con los compañeros de
trabajo produciendo un efecto contrario al deseado: me rechazaban ante mi
actitud severa y estricta y de exigencia productiva y laboral, porque a pesar
de mi fracaso humano, mi inteligencia me llevó a alcanzar jefatura y
profesionalidad en las empresas que estuve.
Después todo me fue cambiando,
aunque jamás ya, pude ser amable, generoso o simpático, pues la coraza que tuve
que ponerme durante tantos años para soportar el daño que me produjo tanto
dolor en mi caminar, se había fundido con mi piel y era ya muy difícil
despegarla...y todavía me quedan esquirlas de aquella lóriga adheridas a mi
cuerpo y a mi mente.
Sentimental por naturaleza viví
casi siempre hecho polvo.
Pero no os cuento esto para que lloréis
conmigo o dar pena. Os lo cuento para que me conozcáis de verdad, porque
vosotros merecéis todo mi cariño y mi afecto, pues me habéis ayudado mucho
aunque no os hayáis dado cuenta o no lo sepáis. Y es por eso, que os doy las
gracias en este principio del año 2015, por si luego fuera tarde, porque
siempre creí que es de buen amigo, ser agradecido.
Las personas no somos ni lo que
queremos, ni lo que aparentamos, ni amantes, ni amadores, ni sufrientes, ni
sufridores, sino una mezcla de todo eso en una sociedad pendular, cuyo péndulo
nos da en la cabeza muchas veces y nos hace fieros, cuando la idiosincrasia del
hombre, creo yo, es la bondad.
Vosotros sois fenomenales. No
dejeis jamás de ser como sois y seguir haciendo poesía
hasta la muerte. Pues eso, es lo
único que nos salva y nos hace mejores.
Un abrazo fuerte y os deseo un
buen año nuevo 2015.
© Luis Vargas
En verdad, me has conmovido, amigo mío.
ResponderEliminarNo voy a contestarte como quisiera, sólo expresarte mi gratitud, estima y admiración por tu persona.
Tú y Bego forman parte de una deferencia que me ha hecho la vida —o la internet—; así lo siento.
Por lo que, también quiero patentizar a Bego, mi gratitud, estima y admiración.
Les deseo un feliz y próspero 2015!.