Fragmentos
desgajados de una esfera
saltan
en silencio ungidos de costumbres,
botan
y rebotan
en
la penumbra resignada de la ausencia
como
jade
sobre
mármol y alabastro frío.
Una
pampa devora el sentimiento puro
en
desolación de luces apagadas
y
anhelos repetidos en el universo
de
las concavidades porosas de los ojos
donde
el eco de las estrellas, lamen
los
iris entornados, almacenando chispas
acuosas,
en las pupilas.
A
poco, un azote de viento nácar-verde,
acumula
sueños insatisfechos de cristal
como
pedazos multiformes de esquirlas
que
se traga el océano con adioses
en
forma de olas metafóricas y rutinarias
hasta
engendrar labios agrietados por la sal
sin
agua y sin movimiento.
Eslabones
perdidos prediciendo fragancias
de
heno seco y horas quietas, selvas caóticas
de
grandes arboledas y follajes que tratan
con
entropía, alcanzar los cielos, traspasarlos,
como
estatuas de marfil, ríos de materia plana
en
abismos de inexorables aburrimientos.
Sólo
queda un estandarte sin aire, quieto,
como
un lienzo mortuorio tras el fantasma
que
se oculta transmutado, sin trasparencia,
intangible,
pálido, sin reflejo, en un cuenco
de
la mano que acaricia la piel, antes, ahora,
como
rescoldos apagados.
Lo
gélido pasea entre cipreses altos
buscando
el espíritu exiliado y sin destino
bajo
la sombra de una nueva voz,
un
nuevo aliento, un nuevo viento, perfumado
a
olor de mar, añiles sonidos, rojos recuerdos
venidos
al presente en brazos diferentes.
© Luis Vargas Alejo